El alto precio de no poner límites
Esa mañana, María sentía que tenía dos pies izquierdos y que se había levantado con uno de ellos (¿o los dos?). En otras palabras, estaba de malas pulgas, como se dice popularmente. No había podido dormir bien y se sentía cansada tanto mental como físicamente, en especial, lo primero. Y, para rematar, de nuevo, como […]
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