¿Ya te diste cuenta? Estamos en un nuevo año, pasamos a 2020 y el 2019 quedó atrás. Para bien o para mal, por bueno o por malo, lo que hiciste en los últimos 12 meses ya no lo puedes cambiar. Lo único que puedes hacer, que te conviene hacer, es soltar. Libérate de las culpas, del rencor, de esos pensamientos negativos que dan vueltas y vueltas en tu cabeza y te obsesionan.
La mente, lo sabes, es maravillosa, pero también traviesa y caprichosa. Le gusta jugar con nosotros como si fuéramos unos juguetes, sus marionetas. Se divierte poniéndonos en situaciones que son incómodas, comprometedoras, y que a veces nos llevan a estados que ponen en riesgo la salud. Es algo a lo que estamos expuestos todos, sin excepción, cada uno en un grado distinto.
Un pensamiento obsesivo es un recuerdo que permanece en la mente, en forma de palabras o de imágenes, y que aparece recurrentemente sin que podamos evitarlo. Ese es su poder. Por lo general, responde a una preocupación o un trauma del pasado o a algún evento del futuro que nos provoca ansiedad. Es una amenaza que la mente creó y que de cuando en cuando sale a flote.
Por ejemplo, cuando una persona ha sido víctima de maltrato o de abuso durante la niñez y años más tarde se encuentra en una situación similar. De inmediato, la mente reaviva el recuerdo y el miedo se apodera de nosotros. Nos produce pánico pensar que ese momento regrese y nos haga más daño, que ese episodio traumático se repita y nos invaden los pensamientos obsesivos.
Aunque haya pasado mucho tiempo, aunque haya sanado la herida, siempre queda una cicatriz. Y aunque creamos que ya lo habíamos olvidado, vuelve y juega, la mente traviesa se divierte con nosotros. Por ejemplo, cuando tu pareja es agresiva, manipuladora y con conductas agresivas, o cuando en el trabajo tu jefe te maltrata verbalmente, te hace matoneo, te humilla y te somete.
Es una verdadera pesadilla, sin duda. Una situación en la que nos sentimos extremadamente vulnerables, a merced de esos miedos que nos atormentan. De hecho, si no consigues ponerles límite, el problema avanzará hasta un punto en el que requieras ayuda especializada. Sin embargo, la buena noticia es que tú puedes aprender a gestionar los pensamientos obsesivos y controlarlos.
Si provienen de la angustia que te provoca un suceso que piensas que va a suceder, como el temor a la muerte de un allegado, o que te despidan de tu trabajo, o que rompas con tu pareja, en tus manos está la decisión de evitar que te causen daño. Hay una solución que no es sencilla, pero sí muy efectiva: vive el presente, enfócate en lo que tienes, en lo que eres, en tu vida real.
Si, por el contrario, los pensamientos obsesivos viajan desde el pasado, fruto de una cicatriz que aún produce temor, necesitas identificar cuál es la situación que la origina. Cuando enfrentamos un problema, lo primero que debemos determinar es si existe una solución posible, o no. Si la tiene, entonces, comienza a trabajar, busca soluciones, diseña una estrategia. ¡Tú puedes con ellos!
Ten en cuenta algo: la inacción es la peor opción. Cuanto más poder les concedas a esos pensamientos obsesivos, más daño te harán. Si miras para otro lado, si crees que es algo pasajero, si piensas que si lo ignoras va a desaparecer, no es así. Recuerda: el poder de la mente es ilimitado y, como ya lo mencioné, es traviesa y caprichosa, le gusta jugar con nosotros, mortificarnos.
Necesitas enfrentarlo para controlarlo. El problema es que cuando estamos en una situación similar a la que provoca los recuerdos que desatan los pensamientos obsesivos, el cerebro no está en capacidad de identificar si lo que deseamos es rememorarlo o evitarlo. Entonces, los trae al presente, los pone al alcance de tu mano, con frecuencia e intensidad mayores de lo normal.
¿Cuál es la solución, entonces? Quitarle el poder que tiene sobre ti. ¿Cómo? Deja de pensar en ello. Sí, sácalo de tu mente, ocúpala en temas productivos, positivos, en el presente. La mente hace travesuras cuando tú se lo permites, cuando no la enfocas en lo que realmente vale la pena, en algo que te haga bien. Sé que piensas que no es posible, pero créeme que sí tienes ese poder.
Una de las acciones que sin duda te ayudarán es la de cambiar de ambiente, limpiar tu entorno. En ocasiones, esos pensamientos obsesivos están alimentados por situaciones tóxicas, negativas y destructivas a las que nos enfrentamos a diario, bien sea en casa, en una relación o en el trabajo. Si es así, aléjate de allí, distánciate de esas personas, de ese ambiente, busca nuevos horizontes.
Si estás en el trabajo, por ejemplo, sal de tu oficina unos minutos, camina un poco, toma el aire, conversa de un tema completamente distinto con alguna persona. O ve y tómate un café, sal con una amiga y ríete de la vida, recuerda esos momentos que forjaron la amistad. Cuando rompes con la dinámica de los pensamientos obsesivos puedes concentrarte en lo que te interesa.
Los pensamientos obsesivos no son más que creencias limitantes a las que les otorgamos un poder que en realidad no tienen. Son problemas que nosotros mismos creamos, alimentamos y padecemos. Son dificultades que se presenta en momentos de la vida en los que el nivel de estrés al que estamos sometidos nos sobrepasa: la crianza de los hijos, la situación económica o sentimental, en fin.
Mientras no los dejemos avanzar más allá de lo conveniente, mientras no los convirtamos en un drama recurrente, los pensamientos ofensivos no pueden hacernos daño. Son recuerdos que no hemos soltado y cargamos como un lastre, son suposiciones que hacemos sobre algo negativo que, creemos, va a suceder en el futuro y que, por lo general, no ocurre. Si lo decides son inofensivos.
Como mencioné antes, todos, absolutamente todos, estamos expuestos a los pensamientos obsesivos. Son consecuencia de lo que nos enseñaron cuando éramos niños, de los mensajes que grabaron en nuestra mente, de los comportamientos emulados que convertimos en hábitos. Se trata de emociones que, si lo permitimos, nos distorsionan la realidad, nos juegan una mala pasada.
Los pensamientos obsesivos son posibles de gestionar en la medida en que tengas claro quién eres y qué quieres de la vida, que tu nivel de autoconocimiento sea alto. Solo así podrás combatir a esos enemigos, una suerte de duendecillos traviesos que te mortifican, que te incomodan, que te impiden alcanzar la tranquilidad, la paz y la felicidad que deseas en tu vida, para tu familia.
Recuerda: pasa la página, ya el 2019 se acabó lo que sucedió en esos 365 días no va a cambiar. Suelta ese pasado, déjalo atrás y concéntrate en vivir, en aprovechar cada una de las 366 bendiciones que 2020 tiene preparadas para ti. No te distraigas con pensamientos obsesivos, no te desvíes del camino que te conduce a construir la vida de bienestar y abundancia que te mereces.