Vive antes de que se te acabe el tiempo

Como te conté en una nota anterior, estuve de vacaciones con mi familia en Estados Unidos. Fue un tiempo que disfruté muchísimo y que me dejó grandes aprendizajes, más allá de los recuerdos. Poder estar con los chicos, compartir su alegría, conocer qué los apasiona, qué los ilusiona, y también estar con mi esposa y revitalizar nuestra conexión es algo que no puedo pagar con todo el oro del mundo.

También te mencioné que regresar a la realidad, a Tandil, y retomar el trabajo normal significó un choque impactante. Y, ojo, que estoy hablando de Tandil, que es una ciudad pequeña, que por fortuna está lejos del mundanal ruido de urbes como Buenos Aires, o Río de Janeiro o Miami. Este es un pequeño rinconcito del mundo en el que todavía es posible disfrutar la vida, a pesar de todo.

Es un lugar de aquellos en los que más allá del frenético ritmo del mundo moderno aún se puede vivir con alguna tranquilidad. Nos queda un poco de eso que llaman calidad de vida y que tanto extrañan en otros lares. De hecho, todavía hay muchas costumbres de pueblo arraigadas, como la de conocernos todos con todos, la de saber el nombre del vecino y su familia.

Acá no ha llegado todavía esa despersonalización que uno palpa en otros lugares, como en Estados Unidos. Es una cultura distinta, con aspectos fascinantes, con un nivel de desarrollo envidiable, con muchísimas oportunidades para quien quiera trabajar honestamente. Pero, también, es un país en el que al vecino se lo ve como a un extraño, a veces, como a un enemigo.

En cambio, en estos hermosos parajes latinoamericanos lo que nos falta es tiempo. Es una ironía, porque como mencioné tenemos una vida cotidiana menos frenética que en otros lugares, pero hemos sido programados para estar ocupados, para quejarnos, para procrastinar. “Ay, cómo sería de bueno que los días fueran de 36 horas y no de 24” es una frase que escuchamos con frecuencia.

La pregunta que me surge cada vez que la escucho es ¿de cuántas horas son los días de Elon Musk, de Jeff Bezos, de Bill Gates? ¿De 36, de 48, de 72 horas? Por supuesto que no se trata de una cuestión de tiempo, de horas, sino de la administración que le damos a ese recurso. La diferencia está en que unos hemos aprendido a aprovecharlo, a potenciarlo, y otros simplemente lo desperdician.

Antes de continuar, sin embargo, creo que es justo hacer una aclaración: en algún momento de mi vida, yo también creí que las 24 horas del día eran insuficientes para hacer lo que deseaba. Claro, era una época en la que estaba enfocado en disfrutar, en pasarla bien, y honestamente no tenía una idea de qué quería hacer con mi vida. Mi único plan era despertar y dejar que el tiempo corriera.

Cuando la vida se me desbarató, cuando se derrumbó el frágil castillo de naipes que había conseguido levantar, imploré por tiempo. Estaba agobiado por los problemas, me atormentaban las quejas de las personas que se habían visto perjudicadas por la quiebra de la empresa familiar y solo quería más tiempo para tratar de resolver el embrollo, para solucionar el problema de esa gente.

Durante varios años traté, sin alcanzar el objetivo, de enmendar los errores que otros habían cometido. Y, lo peor, no me daba cuenta de los errores que yo cometía. Uno de ellos, quizás el más importante, que malgastaba mi tiempo, que es lo único que no podemos recuperar en esta vida. Hasta que llegó el momento en que me quité el velo de los ojos y pude ver la realidad.

Gracias a las enseñanzas de mis mentores y gracias a que pude reprogramar mi mente, entendí que mientras haya vida hay tiempo. Todo el tiempo del mundo, para lo que quieras. Decir que no tienes tiempo es una creencia limitante, una excusa fácil que nos permite eludir responsabilidades y nos ayuda a mirar para otro lado. Estamos ocupados en lo urgente y olvidamos lo importante.

Y lo importante es aprovechar cada segundo, cada minuto, cada hora de tu vida. No sabemos cuánto nos queda, no sabemos si vamos a ser saludables para lo que nos queda, así que la mejor elección que podemos hacer es encarar cada segundo cada minuto y cada hora de la vida como si fueran el primero, como si fueran el último. Y disfrutarlo, y aprovecharlo, y compartirlo con otros.

Cuando dices no tengo tiempo lo que en realidad quieres decir es “no tengo las ganas de cambiar” o “me da miedo cambiar” o “prefiero seguir en la zona de confort, aunque mi vida sea mediocre”. Piensas “otro día lo haré, cuando tenga tiempo”, pero nunca tienes tiempo porque siempre estás muy ocupado. Y así se te pasa el tiempo, se te pasa la vida, y cuando espabilas ya nada se puede hacer.

La realidad es que las personas tienen tiempo, todo el tiempo del mundo, pero no saben qué hacer con él. En otras palabras, lo que no tienen es un plan de vida, un propósito que los guíe, una ilusión que los impulse a perseguir sus sueños. No saben qué quieren hacer en la vida, ni con su vida, y por eso se escudan en el famoso no tengo tiempo. Es un terrible círculo vicioso.

Para acabar con esa creencia limitante del no tengo tiempo, lo que puedes hacer es establecer cuál es el propósito de tu vida, qué es aquello que te apasiona, cuáles son esas actividades que te hacen feliz, qué trabajo te llena el alma y lo harías todos los días de tu vida aun si no te pagaran por ello. Cuando tengas las respuestas a estos interrogantes, el siguiente paso es fijar prioridades.

La clave del éxito y de la felicidad en los negocios y en la vida es la administración efectiva del tiempo. No se trata de estar ocupado todo el tiempo, sino de que lo que hagas produzca resultados eficientes. Tienes que dejar de procrastinar, tienes que terminar las tareas que te propones, tienes que diseñar una programación para cada día y cumplirla lo mejor posible.

Ten en cuenta que ya no eres un jovencito pletórico de energías, por lo que necesitas ser más eficiente. Encárgate de aquellas tareas que son cruciales para obtener los resultados que esperas en tu vida y delega el resto en personas capacitadas en las que puedas confiar y que estén alineadas con tus valores, tus principios y tu propósito de vida. Delegar es saber administrar.

Fija metas a corto, mediano y largo plazo a sabiendas que las puedes cumplir, que son realizables. Mide los resultados, analiza si algo falló, corrige y descarta y sigue avanzando. Ah, algo que es muy importante: no olvides incluir tu vida en ese plan, en esa programación. Deja tiempo para ti, para tu familia, para tus aficiones, para tus amigos, para el descanso. Hay tiempo para todo. Que no te ocurra lo que a tantas personas, que cuando dejan de competir en esa loca carrera de trabajar y trabajar y quieren disfrutar la vida, se les acaba el tiempo. Vive el hoy, aprovéchalo, disfrútalo. Verás que cuando sepas qué quieres hacer con tu vida, cuando establezcas un plan y lo pongas en práctica, podrás llevar a cabo lo que te propones y, además, te va a sobrar tiempo.

Scroll al inicio