¿Eres un acumulador compulsivo? ¡Cuidado!

¿Por qué vivir simple es tan complicado? No sé, a veces pienso cómo hacían para vivir y ser felices las personas que vivían en cavernas o los aborígenes que encontraron los colonizadores en una América virgen. Quizás los ejemplos te parezcan demasiado forzados, pero en realidad no lo son. Esas personas, con muy poco o con casi nada, sobrevivieron en un mundo inhóspito, pero sencillo.

Me refiero a que contaban con lo básico, nada más, pero eso no les garantizaba tranquilidad. En el invierno tenían que emigrar, vivían acechados por fieras salvares, debían enfrentarse a foráneos violentos que querían dominarlos y, por su fuera poco, había que lidiar con la naturaleza. Un mundo difícil en el que, quizás, ninguno de nosotros, sobrevivientes del siglo XXI, se adaptaría.

Cuando mi vida entró en crisis, durante la adolescencia, lo tenía todo. Al menos, todo lo que deseaba. O, en otras palabras, nada me hacía falta. Sin embargo, nada de aquello que tenía, que había acumulado (no atesorado) me sirvió para evitar los problemas a los que me enfrenté o para no caer en el profundo hoyo en el que me refundí. Más bien, contribuyeron a complicar mi vida.

Me explico: cuando tú tienes más posesiones materiales de las que en verdad necesitas, creas lazos de dependencia que, a la larga, son dañinos. Por ejemplo, cada día te pones solo un pantalón, pero en tu armario guardas, 20 o 30. ¿Cuándo te los vas a poner? Supongo que habrá algunos que ni siquiera recuerdas que están ahí, porque no los utilizas hace meses, o años.

Por cuenta de las creencias limitantes con que nos programaron la mente cuando éramos niños, pensamos que más es mejor. Y en especial en lo relacionado con lo material. En este mundo moderno, el de la tecnología e internet, por ejemplo, hay muchos convencidos de que para ser felices deben contar con muchos amigos en redes sociales. A más amigos, más felicidad es la premisa.

Sin embargo, sabemos que no es así. No solo en internet, en redes sociales como Facebook o Twitter, cada vez más los amigos son realmente virtuales. Es decir, están ahí por conveniencia, por interés, por costumbre o por la razón que quieras. Pero, cuando aparecen los problemas, cuando enfrentas dificultades, desaparecen como por arte de magia o, cuando menos, se vuelven mudos.

Esto ocurre porque asumimos la vida como una competencia. Nos enseñan que debemos ser mejores que los demás, no importa el costo que debamos pagar o el método que empleemos. Así, nos convertimos en acumuladores compulsivos de bienes materiales, que muchas veces ni siquiera necesitamos, y de títulos, honores o rótulos que nos hacen sentir que hacemos bien la tarea.

Pero, la realidad es distinta. Deseamos que en nuestra vida haya personas positivas y constructivas, queremos estar rodeados de un ambiente que nos inspire, deseamos alcanzar unos sueños que nos permitan ser felices, aspiramos a desarrollarnos como personas para ser útiles a otros. ¿Y qué ocurre? Tenemos suerte si somos capaces de cumplir una sola de estas asignaturas.

¿Sabes cuál es la razón? Veamos un ejemplo: un día, una tarde cualquiera, sales a tomar un café con tus amigos y, claro, quieres guardar un recuerdo de ese momento. Intentas tomar una foto, pero tu teléfono está lleno y no te lo permite. ¿Qué haces? Tienes dos opciones: desistes o, más bien, liberas espacio. Sí, borras algunos archivos o aplicaciones que no usas o no necesitas.

Lo mismo sucede en la vida real. Queremos que a nuestra vida lleguen personas positivas y constructivas, pero no les damos espacio. Queremos un trabajo que nos haga felices y nos brinde abundancia, pero estamos inmersos en uno que solo nos produce estrés. Queremos paz interior, pero vivimos la vida como una competencia en la que estamos en guerra todos contra todos.

Si tú deseas que en tu vida haya paz, amor, armonía, felicidad, tranquilidad y abundancia, primero, de manera indispensable, tienes que vaciar lo que sobra, lo que no sirve, lo que estorba, lo tóxico. Aplica para situaciones, pertenencias, bienes materiales, ambientes o personas, bien sea familia, amigo, compañero de trabajo o pareja. Si quieres algo bueno, primero debes soltar lo malo.

Ese, precisamente, es el sentido de vivir simple. Vivir con lo estrictamente necesario para ser felices y abundantes. Para alcanzar tus sueños y ser útil. Debemos aprender a liberarnos de lo que no necesitamos, de lo que está caduco u obsoleto en nuestra vida y, sobre todo, de lo que no nos hace bien (o nos hace daño). No es un proceso fácil, lo sé, pero también sé que es indispensable.

¿Para qué? Para que en tu mente y en tu corazón haya espacio para recibir lo maravilloso que la vida tiene para ti. Relaciones positivas y constructivas, personas que te inspira y te motivan, la naturaleza, paz y tranquilidad. En otras palabras, abundancia por doquier. Todo está ahí, al alcance de tu mano, pero no lo puedes tomar simplemente porque has acumulado más de lo que requieres.

Cuando tu mente y tu corazón están llenos de resentimiento, de rencor, de recuerdos dolorosos, de relaciones tóxicas, cuando están programados de manera equivocada, nunca conseguirás lo que deseas. ¡Nunca! Recuerda el ejemplo del celular: si quieres guardar algo nuevo, primero debes deshacerte de lo viejo, de lo inservible, de lo dañino. Libera espacio para lo bueno que hay para ti.

En los últimos tiempos, la joven japonesa María Kondo se convirtió en una celebridad internacional por cuenta de su libro La magia del orden, en el que aborda la organización como una forma de terapia. “La verdadera vida comienza después de poner tu casa en orden”, es la premisa fundamental que le ha permitido calar su mensaje y vender casi 4 millones de libros.

“Las vidas de aquellos que ordenan completamente y de una sola vez, cambian dramáticamente, sin excepción”, afirma Kondo. “Guarda solo lo que te hace feliz (ropa, libros, documentos, objetos varios y fotos o recuerdos). Despídete de todo aquello que ya haya cumplido su función”, agrega. Según esta joven japonesa, arreglar tu casa es el primer paso si quieres arreglar tu vida.

Deshazte de lo que no sea necesario en tu vida, aprende a decir no a lo que no te hace feliz o te condiciona, desconéctate de aquello que te produce estrés o te distrae de tus objetivos. Aprende lo que te permita potenciar tus talentos y desarrolla habilidades que te hagan más útil. Practica ejercicios que te hagan sentir más saludable y conviértete en la prioridad de tu vida.

Cuanto más sencillo vivas, más ligero irás y más cerca de la felicidad y de la abundancia estarás. Aprovecha el tiempo, que se va y no vuelve. Date gustos, dedica tiempo a lo que te gusta y a las personas que te hacen bien. Deja de procrastinar y ve decididamente por tus sueños. Da gracias por lo que la vida te da y, en especial, por aquellas cargas innecesarias de las que te liberaste.

Por último, no olvides poner en práctica lo que te hace sentir bien, lo que te da felicidad. Abraza, ríe, llora, juega, duerme, come lo que te gusta, viaja, aprende algo cada día, disfruta de la belleza de la naturaleza. Cuanto más liviana sea tu mochila, cuanto más simple sea tu vida, más feliz y abundante serás. Ten cuidado con lo que eliges, no te conviertas en un acumulador compulsivo.

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