Aunque creas que estás solo, no lo estás. Salvo que vivas en una caverna escondida en unas montañas desoladas o en una isla desierta perdida en la inmensidad del mar. Por supuesto, sé que no es así, porque de lo contrario no estarías leyendo o escuchando esta nota. Por eso, también sé que estás expuesto, como cualquier otro ser humano, a la influencia de tu grupo de referencia.
¿Sabes de qué se trata? De las personas que te rodean, tu círculo más cercano: familia, amigos, compañeros de trabajo o de otras actividades de tu vida. Algunas son más cercanas que otras, con algunas hay más confianza que con otras, algunas están en tu vida desde hace rato mientras que otras acaban de llegar. Lo cierto es que todas, absolutamente todas, ejercen influencia en tu vida.
En mayor o menor medida y, lo más importante, para bien o para mal. Es decir, de forma positiva o de forma negativa. En otras palabras, algunas merecen ser parte de tu vida, porque te ayudan a ser mejor, porque te convienen, mientras que otras deberían estar lejos, a esas habría que imponerles límites porque no están en sintonía con lo que necesitas y son un peligro potencial.
Sin que nos demos cuenta de ellos, muchas veces sin que lo deseemos, somos condicionados por las personas con quienes pasamos más tiempo. Es como cuando pasas demasiado tiempo al aire libre: tarde o temprano, el sol quemará tu piel. A la mayoría de esas personas no las eliges tú, sino que la vida caprichosamente las pone en tu camino: tus padres, tus hermanos, tu familia.
Otras, en cambio, van subiendo al bus en cada una de las paradas de la vida, mientras otras se bajan. A la mayoría de ellas, en cambio, tú las eliges, entran a tu vida porque tú les abriste las puertas y el corazón. Son los amigos, las parejas sentimentales, los compañeros de estudios o trabajo. Y, con ellos, otros que llegan involuntariamente, de rebote: son los parientes políticos.
De todos ellos aprendemos algo y, lo más importante, lo que no podemos olvidar, todos generan un impacto en nuestra vida. Cuando pasamos mucho tiempo con algunas personas, hablamos como ellas, vestimos con ellas, nos aficionamos a lo que les agrada a ellas, leemos los libros que les gustan y llegamos a pensar y a actuar de la forma en que lo hacen ellas. Y es inconsciente.
Piénsalo unos segundos: todos tenemos un amigo, o un grupo de amigos, al que le copiamos algún dicho, o un hábito. Por ejemplo, el consumo de licor o de cigarrillo están condicionados por esas personas. O la práctica de un deporte específico o alguna afición como ir al cine. Lo hacemos de manera inconsciente por complicidad, pero también por el deseo de ser aprobados por ellos.
Y ahí es cuando comienzan los problemas, amigo mío. Porque sin quererlo empezamos a parecernos a esas personas, nos volvemos más permeables a su influencia, en especial si se trata de nuestro círculo más cercano, el consanguíneo. Y dado que nos enseñan que son vínculos para toda la vida, que la familia es lo primero, el tema puede complicarse demasiado.
Independientemente de cuán cercana sea una persona, de cuál sea el vínculo que te une a ella, debemos aprender a gestionar esas relaciones. Y, en especial, debemos aprender a atraer y elegir aquellas que nos hace bien y a alejarnos y marcar distancias de las que nos hacen daño, de las que son tóxicas, negativas y destructivas. Así sea un familiar, una pareja, un amigo de muchos años.
Estas son las tres clases de personas que vale la pena tener en tu vida:
1.- Las inspiradoras. Son personas mejores que tú porque están más avanzadas en el proceso de autoconocimiento, de aprendizaje continuo y, sobre todo, porque son autónomas, son las dueñas de su vida. Su actitud es positiva, proactiva, propositiva, creen en sí mismas y son perseverantes. Ya superaron sus miedos, saben qué quieren de la vida y están motivadas para conseguirlo.
2.- Las positivas. El mundo y la vida son del color con que los ves. Por eso, es importante contar con personas positivas, optimistas y comprometidas en nuestra vida. Asumen las dificultades como algo natural, se ríen de ellas y asumen riesgos. Son de mente abierta, desarrollaron la habilidad de la escucha y están dispuestas a probar lo nuevo si creen que el beneficio vale la pena.
3.- Las apasionadas. La convicción y el amor con que hacen las cosas, su férrea voluntad y cómo las disfrutan son una fuerza arrolladora. Siempre están motivadas, porque hacen lo que aman y aman lo que hacen. Además, son agradecidas con la vida y con los demás y están dispuestas a compartir su conocimiento, su experiencia, sus dones y talentos. Servir, para ellas, es la razón de su vida.
Estas son las tres clases de personas que deberías erradicar de tu vida, de inmediato:
1.- Las envidiosas. Ellas no quieren lo que tú tienes, sino que desean que tú tampoco lo tengas. El éxito, la alegría, el reconocimiento, la felicidad, la abundancia. Como a ellas se les negó, les molesta que tú las disfrutes y quieren arrebatártelas. Quien te envidia, ni te quiere ni te respeta, y solo te desea el mal, solo se sentirá bien cuando te vea acabado, frustrado. Son veneno puro.
2.- Las tóxicas. Son personas obsesivas, capaces de romper las reglas con tal de conseguir lo que quieren y, también, manipuladoras. Carecen de empatía y tienen una personalidad agresiva, posesiva. Enfurecen cuando no haces lo que quieren o cuando te sales de su control. La única forma de vida que conciben es la dominación y exigen que todos los beneficios sean para ellas.
3.- Las víctimas. Se quejan por todo, se sienten perseguidas, nunca están conformes con lo que tienen, no aprecian el valor de lo que han conseguido y le encuentran problema a la situación más sencilla. Creen que el universo confabula en su contra, se sienten culpables de todo y viven presas del miedo. La verdad es que buscan atención, pero eligen un mal camino: la manipulación emocional.
Una de las decisiones más dolorosas y difíciles de mi vida fue la que tomé cuando me di cuenta, cuando fui consciente, de que las personas de mi entorno cercano me hacían daño. Cortar ese cordón umbilical fue algo muy complicado, pero también muy provechoso. Esas relaciones eran un obstáculo insalvable, lastre que me impedía avanzar y que, peor aún, me hundía un poco más.
La felicidad, el éxito, la abundancia, la paz y la tranquilidad no son un derecho, ni un destino, sino una elección personal. Pero, debes entender que para gozar de esos beneficios hay que pagar un precio y, quizás, alejarte de ciertas personas a las que amas o con las que has estado mucho tiempo. Por eso, cuida tu grupo de referencia, que puede ser tu bendición o tu perdición…