Si lo quieres en tu vida, ¡atráelo!

“¿Por qué esto me sucede a mí? ¿Qué he hecho para merecerlo?”. A diario, nos cruzamos con personas que están convencidas de que el universo confabula en su contra, que el destino las castiga. Viven atormentadas, frustradas, porque no importa qué hagan o cómo lo hagan, el resultado que obtienen es el mismo: el fracaso. Es una pesadilla que las persigue sin cesar.

Debido a las creencias limitantes con que nos configuran el cerebro desde que llegamos a este mundo, hay algunos temas que son complicados de aceptar. El perdón es uno de ellos. El cambio es otro. Y la causalidad, también. ¿Sabes de qué se trata? La ley de causalidad, nos dice el diccionario, es aquella “en virtud de la cual se producen efectos”. Una causa produce un efecto.

¿Lo entiendes? Te lo voy a decir de la forma más sencilla posible: todo, absolutamente todo lo que te ocurre, es producto de lo que haces, de como actúa, de tus decisiones, de tus pensamientos. En otras palabras, tú y solo tú eres el único responsable de eso que llamamos destino. Quizás te suene duro, pero si busca un culpable por cuanto te pasa, solo mírate al espejo: ¡es él!

La mayoría de los seres humanos es reacia a aceptar su responsabilidad en lo que le sucede y, entonces, echa mano de las creencias con que fue programado su cerebro para intentar escapar de esa realidad. Así, si tu negocio fracasa fue por la competencia, por la cotización del dólar o del petróleo, por el gobierno local, por el gobierno nacional, por la revolución digital, por el clima…

La lista de señalados es tan larga y variada como quieras. De lo único que puedes estar seguro es de que no incorpora el nombre del verdadero responsable: tú. Cuando te das cuenta de ello, cuando asumes tu responsabilidad, te sientes muy mal. Lo sé porque lo experimenté justo cuando mi vida era un caos y se caía a pedazos: mis padres, mi familia o la sociedad eran los culpables.

Durante años, me mortifiqué, me lapidé, tratando de averiguar por qué me ocurría lo que me ocurría. “¿Por qué esto me sucede a mí? ¿Qué he hecho para merecerlo?”, me preguntaba. Y siempre la respuesta era la misma: los culpables eran mis padres, mi familia, la economía, el gobierno, en fin. Por eso, no conseguía salir de esa situación, de un doloroso círculo vicioso.

Fue la época más difícil de mi vida, una que me consumió, que acabó con mis sueños, que me llevó al más oscuro y profundo hoyo. Por fortuna, un día pude ver un resplandor que me indicó que había una salida. Fue cuando encontré el conocimiento y las herramientas que me permitieron darme cuenta de que cuanto me sucedía era producto de la bendita ley de causalidad.

¿Eso qué significa? Que tuve que aceptar, a regañadientes y después de sufrir duros golpes, que yo era el único y total responsable de mi vida, de eso que llamaba destino. Por fortuna, gracias a mis mentores y al conocimiento que adquirí, gracias a que me di una oportunidad y puse en práctica aquello que me habían enseñado, logré salir. Y vi la luz del sol y pude reconstruir mi vida.

Aprendí que la ley de causalidad es el camino a través del cual atraía a mi vida todo aquello que me hacía daño: las relaciones tóxicas, la infelicidad, los problemas de salud, la imposibilidad de una economía estable y saludable, en fin. Fue otro gran golpe, uno muy duro, porque no podía entender cómo yo mismo provocaba eso. Y solo había un camino posible: corregir, cambiar.

Desde entonces, cada día de mi vida trabajo en evitar atraer aquello que me hace daño. Entendí que la ley de atracción es muy poderosa y, lo mejor, que existe la posibilidad de tomar el control de tu existencia y llevarla por el camino que deseas. El que quieras: amor, prosperidad, riqueza, abundancia, felicidad, salud. Esa es la primera decisión que puedes adoptar: ¿quieres o no quieres?

Porque nadie puede imponerte que seas feliz si tú no lo deseas en realidad, de la misma manera que nadie puede obligarte a fracasar si lo que tú quieres es ser un triunfador. ¡Es una elección! “Pablo, ¿yo puedo hacerlo también? ¿Yo puedo hacerlo como tú?”, te preguntarás. La respuesta es una sola y contundente: SÍ, claro que puedes. Puedes siempre y cuando lo quieras y trabajes por ello.

Porque ese es otro aspecto importante: si lo quieres, hay que trabajarlo. Si quieres un cuerpo atlético y saludable, ¿qué haces? Te alimentas sanamente, te cuida y haces ejercicio. ¿Ves? Nada es gratuito: para obtener un resultado primero hay que aportar lo tuyo, tu cuota. Lo que sí puedo asegurarte, porque lo viví, es que cuando aceptes que tienes el poder y lo uses, tu vida cambiará.

Apaláncate en la ley de atracción, según la cual una energía emitida de una manera concreta atraerá otra energía idéntica a la proyectada. Poderoso, ¿cierto? Todos estamos en capacidad de tomar las riendas de nuestra existencia y conducirla por donde se nos antoje. La clave está en los pensamientos, que son el origen de cuando nos sucede. Sí, de todo lo bueno o malo que nos sucede.

¿Sabías que los pensamientos nos llevan a nuestros propósitos, nuestros propósitos a nuestras acciones, nuestras acciones a nuestros hábitos, nuestros hábitos a nuestro carácter y nuestro carácter determina eso que llamamos nuestro destino? Es la ley de atracción o de causalidad. No puedes esperar que la vida te dé algo bueno si lo que atraes a tu vida es lo contrario, lo malo.

Por si aún no lo sabes, te lo cuento: este es el principio que rige el mundo. El poder está en la mente y si tú quieres, si posees la convicción, el deseo y la perseverancia necesarias, obtendrás lo que quieras. ¡LO QUE QUIERAS!, y lo escribo en mayúscula para que no se te olvide o pases de largo. ¿Quieres riqueza? Constrúyela. ¿Quieres amor? Atráelo. ¿Quieres abundancia? Genérala.

Así de simple, así de difícil. Como tú quieras. El ser humano, tú, es creador por esencia: crea lo que quiere, cualquier cosa. Puede hacerlo siempre y cuando sus pensamientos estén alineados con eso que desea. Si generas la energía positiva que te dé las fuerzas, la sabiduría y las emociones que se requieren para llegar a donde quieres. Recuerda: eres tú quien elige, eres tú el que decide.

Si tu vida transita por un camino distinto al que deseas, si no logras la felicidad, la prosperidad, la abundancia y el amor que dices que quieres, es hora de que te mires en el espejo y hables frente a frente con el responsable. Cuéntale que tienes el poder necesario para cambiar esa situación, decide y comienza a trabajar en atraer lo que anhelas. Los resultados, te lo aseguro, serán increíbles.

Si quieres aplicar la ley de atracción, pon en práctica estos cuatro principios:

1) Pide

2) Cree

3) Recibe

4) Agradece

Piensa positivo, actúa positivo, recibe positivo.

Así es la ley de la atracción y así es también la ley de la vida. No busques culpables o responsables donde no lo hay: el único capaz de determinar aquello que llamamos destino eres tú.

Cree que puedes y podrás; cree que lo mereces y llegará. Visualiza lo que deseas en tu vida, sea lo que sea, y la vida te sorprenderá. ¡Si quieres, puedes!

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