Pautas para la vida y la abundancia

¡Cuidado!: no hay un libreto perfecto para conseguir el éxito, no hay una fórmula mágica que te traiga abundancia, no hay un decálogo que te permita sortear las dificultades. La vida, y eso es algo maravilloso, es improvisación pura. Requieres un conocimiento, requieres experiencia, requieres práctica, pero cada situación que vives es distinta y debes aprender a adaptarte.

Vamos a verlo de la siguiente manera, que quizás te provoque algún tipo de resistencia: ni siquiera tus padres, que te conocen bien, pueden decirte qué hacer en determinadas circunstancias, o cuál es el camino que debes seguir. Te pueden aconsejar, claro, te pueden decir cómo lo harían ellos, sin duda, pero la decisión y la responsabilidad corren por tu cuenta. Tus actos son la clave.

De hecho, no es conveniente que, simplemente porque son tus padres, o tu pareja, o tu jefe, actúes como un dócil borrego y hagas caso de lo que te dicen otros, porque quizás no sea lo adecuado. Entonces, cuando tropieces, cuando caigas en el error, tú serás el que asuma las consecuencias, el que pague los platos rotos. Escucha, sí, pero toma tu propia decisión.

Pedir o un consejo no implica obligación. Acudimos a otros en momentos en los que la realidad nos sobrepasa, en la que las dificultades nos agobian, en la que los problemas nos nublan la mente. Es normal, somos seres humanos. Lo que no debería ocurrir es que tus actos respondan a las expectativas de otros, a la visión de la vida de otros, a los miedos de otros. ¿Entiendes?

A diario, inclusive en momentos en los que la vida nos sonríe, debemos tomar decisiones. Algunas, sencillas; otras, complejas. No importa cuál sea la situación, siempre habrá consecuencias. Por eso, una de las habilidades que necesitamos desarrollar y poner en práctica es aquella de fijar las pautas que nos permitan salir bien librados de las vicisitudes que la vida pone en nuestro camino.

Lo peor que podemos hacer, y lo digo con conocimiento de causa, es reaccionar en caliente, es decir, sin pensar, sin respirar antes de responder, sin caer en cuenta de las consecuencias o del impacto de lo que vamos a hacer o a decir. Luego nos lamentamos, pero ya es tarde; quizás pedimos perdón, pero ya el daño está hecho; nos arrepentimos, pero ya no enmendamos el error.

Dejarnos llevar por las emociones, reaccionar como si fuéramos un volcán y explotar ante la mínima provocación es un hábito que nos lleva por el camino de los problemas. De hecho, esta es una conducta que desvela nuestros miedos, nuestra incapacidad para gestionar adecuadamente las situaciones en las que nos sentimos en riesgo: respondemos por agresividad por puro miedo.

¿Recuerdas cuando eras niño, estabas en la escuela y te gustaba una compañera? Te gustaba, sí, pero no te atrevías a hablarle, ¡te daba pánico! Tu corazón se aceleraba cuando ella estaba cerca y tu cabeza se confundía. Te ponías nervioso y no sabías qué hacer. Por eso, cuando ella aparecía, asumías una actitud dura, agresiva, que no era más que un primitivo mecanismo de defensa.

En aprender a controlar lo que haces, medir el impacto de lo que dices y estar preparado mentalmente para reaccionar, especialmente en los momentos negativos, radica la clave del éxito y de la abundancia en la vida, o en cualquier actividad que emprendas. A continuación, te comparto seis pautas que a mí me han ayudado a evitar terremotos y a vivir con tranquilidad:

1.- Cuando estés solo, cuida tus pensamientos. Lo que piensas de ti, la forma en que te ves, lo que dices de ti, determina no solo lo que haces y cómo lo haces, sino también la percepción que otros tienen de ti. No seas exageradamente duro contigo mismo. Alimenta tu mente con pensamientos positivos y constructivos, que son como un imán que atraen a sus similares. Teme al poder de la mente.

2.- Cuando estés con amigos, cuida a lengua. En un ambiente de confianza, rodeados de nuestro círculo más íntimo, somos dados a soltar la lengua. No todo lo que decimos es como pensamos, o como sentimos, pero queremos agradar, queremos encajar, queremos sobresalir. Después, claro, nos toca asumir las consecuencias de los dichos y no siempre es agradable. ¡La palabra tiene poder!

3.- Cuando estés enojado, cuida tu temperamento. A nadie le gusta equivocarse, a nadie le gusta saber que falló. Sin embargo, eso no es justificación para salirnos de la ropa y permitir que el temperamento nos traiciones. Buena parte del dolor del ser humano es provocado por lo que hace y lo que dice cuando está enojado, municiones que provocan heridas que, quizás, nunca sanarán.

4.- Cuando estés en grupo, cuida tu comportamiento. Llamar la atención de otros nos hace sentir poderosos. Y también nos hace perder la perspectiva de las situaciones. A veces, muchas veces, para quedar bien nos permitimos el despropósito de hacer quedar mal a alguien a otros. Los herimos, los avergonzamos, y no es fácil remediar el malestar. ¡Respétate y respeta a los demás!

5.- Cuando estés en problemas, cuida tus emociones. Las dificultades que hallas en tu camino no son más que oportunidades, ¿lo sabías? Sin embargo, por el ego, lo asumimos como un reto, como una afrenta, y nos dejamos llevar por las emociones. Solo conseguimos agravar el problema. Controla tus emociones, pones límite, y más bien aprende lo que esa dificultad puede enseñarte.

6.- Cuando empieces a tener éxito, cuida tu ego. Jamás olvides de dónde vienes y quién eres. El éxito, la riqueza y la fama son circunstanciales, temporales, y de ninguna manera te definen como persona. En cambio, tus valores, tus principios y, sobre todo, tus actos, dicen mucho de ti, dicen todo de ti. La humildad se pone a prueba cuando la vida te da más de lo que necesitas, o mereces.

Reitero: no hay un libreto perfecto para conseguir el éxito, no hay una fórmula mágica que te traiga abundancia, no hay un decálogo que te permita sortear las dificultades. De hecho, por muy parecida que se antoje, ninguna situación es exacta a otra que ya vivimos. Por eso, el control y la improvisación son habilidades que necesitamos desarrollar para gestionar la vida como viene.

Establece las pautas que te permitan tomar las decisiones correctas, adecuadas, sanas. No les des a tus emociones o a tus creencias limitantes el poder de elegir lo que tú deseas. Cada pauta es un plan, una estrategia que te da la posibilidad de ir un paso por delante de esos impulsos que, casi siempre, nos llevan por el camino equivocado. Decisiones conscientes derivan en resultados positivos y constructivos.

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