Cómo salir del tornado de preocupaciones que te agobia

¿Alguna vez escuchaste aquello de que en el desayuno se sabe cómo van a ser el almuerzo y la cena? Bueno, es cierto. ¿Y sabes algo más? Esa premisa aplica también para la vida y, si la incorporas en tu rutina de cada mañana al despertar estarás en capacidad de obtener la energía y la motivación necesarias para que ese día sea un buen día, uno que valga la pena vivir.

Entiendo que la cotidianidad del mundo moderno no es fácil, no es cómoda. A veces, de hecho, es como una aplanadora que nos pasa por encima y nos deja maltrechos. Tenemos demasiadas responsabilidades, asumimos demasiadas cargas pesadas, nos imponemos metas demasiado ambiciosas. Vivimos a un ritmo frenético que nos impide disfrutar, que nos agota, que nos agobia.

Cuando mi vida era un caos y a pesar de mis esfuerzos era imposible conseguir lo que deseaba, cada noche regresaba a casa exhausto, al límite de mis fuerzas, de mi resistencia. Física, mental y emocionalmente me encontraba al límite, pero no podía cambiar esa dinámica, no sabía cómo hacerlo. Creía que si descansaba durante la noche esta situación iba a cambiar, pero no era así.

Al día siguiente, se repetía la misma historia. Cuando sonaba el despertador, no quería levantarme. “Cinco minutos más”, me decía, y me volví a acomodar en la cama. La verdad era que estaba intentando reunir las fuerzas necesarias para enfrentar esa realidad en la que no era feliz. A veces, la mayoría de las veces, me ponía en pie sin conseguir la motivación necesaria.

Mientras me bañaba, me arreglaba y desayunaba, mi mente me ponía al corriente de la realidad: cuentas por pagar, problemas en mis relaciones personales, la insatisfacción de un trabajo que no solo no me hacía feliz, sino que tampoco me brindaba lo que necesitaba. Por supuesto, cuando llegaba al trabaja ya estaba contaminado, ya mi mente estaba en estado negativo. Y así me iba.

Al principio, no me di cuenta, pero con el paso del tiempo descubrí que me había convertido en un tipo retraído, irascible, complicado. A cada solución le encontraba el problema perfecto, discutía airadamente por boludeces y malgastaba mis energías, que no abundaban, en luchar contra la corriente, en quejarme de mi situación, en maldecir la vida miserable que yo mismo había construido.

Y así eran todos los días de mi vida, algo así como estar atrapado en un tornado dando vueltas y vueltas sin poder escapar. Tenía treinta y pico de años, pero me sentía como un anciano: estaba agotado, mis ilusiones se extinguían poco a poco y yo era incapaz de darle un giro a esa vida. No me daba cuenta de que yo era el responsable de ese caos y de que tenía el poder para cambiarlo.

Lo más impactante de esta situación es que te empeñas en buscar al responsable donde no está: fuera de ti. Culpas a tu pareja, al tráfico de la ciudad, al clima, al gobernante de turno, al precio del dólar, a tu jefe, en fin. Tardé mucho tiempo, y sufrí mucho, antes de entender que ese caos era una creación propia, producto de mis acciones, de mis decisiones y, en especial, de mis hábitos.

Me había involucrado en una carrera loca que me consumía poco a poco y no hacía nada para salirme de ella. Por el contrario, asumía nuevas responsabilidades, me desgastaba en nuevas peleas, me distraía con nuevas preocupaciones. Me costó mucho aceptar mi culpabilidad y, sobre todo, entender qué debía hacer para acabar con esta situación y tener una vida diferente.

Gracias al conocimiento que adquirí, gracias a las enseñanzas y al ejemplo de mis mentores, pude comprender que debía cambiar mis hábitos si deseaba cambiar los resultados de mis acciones y de mis decisiones. Lo difícil fue aceptarlo y dar el primer paso, porque los nuevos hábitos, en realidad, eran muy sencillos y, lo mejor, muy efectivos. Deseché los que me hacían daño e incorporé unos sanos.

Lo primero fue preparar el siguiente día desde la noche anterior. Sí, con rutinas sencillas como alistar la ropa que te vas a poner, ordenas los documentos que llevarás al trabajo o escribir la agenda de las actividades que vas a desarrollar, cuando te despiertas estás menos agobiado. En vez de estar a las carreras, puedes disfrutar la ducha, pasear a tu mascota o charlar con tu hijo.

Por supuesto, cuando sales de casa tu mentalidad es distinta. Ya no lo asumes como una guerra contra el mundo, sino como una nueva oportunidad para aprender, para crecer, para avanzar camino de tus sueños. Y esa actitud positiva, esa motivación, son una inyección de energía positiva que se refleja en tu estado de ánimo, en tu comportamiento y, lo más importante, en tus resultados.

Antes de iniciar el día laboral, así mismo, es conveniente que dediques un tiempo para ti. Se recomienda tomar un vaso de agua para activar el metabolismo y realizar alguna rutina de ejercicios que fortalezca el cuerpo y despeje la mente. Algunas personas prefieren leer un libro o escuchar música o escribir en su diario y otras más acuden a la meditación para relajarse.

Lo importante es que entiendas que, por encima de tu trabajo, de tus responsabilidades, de tus obligaciones, estás tú. Dedicarte ese tiempo te permitirá establecer prioridades y te enseñará que de nada valen dinero, cargos y reconocimientos si no eras feliz, si vives agobiado, si vives en una permanente lucha interna que mina tus fuerzas y te impide enfocarte en lo que es valioso.

Después de entender cuál era el origen del problema y de trabajar en reprogramar mi mente y en adquirir hábitos saludables, mi vida cambió. Claro que hay preocupaciones, claro que hay muchos problemas, claro que a veces las responsabilidades me superan, pero ya les quité el poder que tenían sobre mí. Sé que son vicisitudes de la vida, las gestiono y me enfoco en lo importante.

¿Y qué es lo importante? Mi bienestar, que se traduce en el bienestar de mi familia, de mis compañeros de trabajo, de quienes me rodean. Aprendí que la actitud que elijo al comenzar cada día determina cómo va a ser ese día. Me cuido de preparar mi mente para lo positivo, para lo constructivo, para compartir con otros mi conocimiento y mi experiencia, y para aprender de ellos.

Dificultades siempre habrá, porque son parte de la vida, porque son valiosa fuente de aprendizaje, así que no te desgastes tratando de evitarlas. Más bien, desde que despiertas programa tu mente para enfrentarlas, para hallar lo positivo que hay en ellas y para superarlas y dejarlas atrás. Así, tu mente se liberará de cargas innecesarias y podrá enfocarse en conseguir el bienestar que deseas.

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