Así es como tú puedes cambiar el mundo

El mundo no va bien, lo sabemos. El ser humano cada día es más insensible con su entorno, sean otras personas, otros seres o el medioambiente. A pesar de las contundentes evidencias de que estamos destruyendo el planeta, a pesar de las alertas que se prendieron hace tiempo, la gente no toma consciencia del daño que provoca y, peor aún, de las consecuencias que este acarrea.

En los años 90, el grupo mexicano Maná lanzó un éxito que recorrió Latinoamérica y Europa. El tema se llama ¿Dónde jugarán los niños?, y la letra se refiere, específicamente, a este problema. ¿Qué clase de planeta les vamos a dejar a nuestros hijos, a nuestros nietos? O, mejor, ¿les vamos a dejar un planeta en el que puedan vivir? Honestamente, no me atrevería a aventurar una respuesta.

El mundo está loco, lo sabemos. El ritmo de la vida moderno es frenético, estresante, y desde que nos despertamos hasta que nos acostamos nos someten a un bombardeo intenso. Contaminación, exceso de ruido, la agresividad de otros y, aunque queramos mirar hacia otro lado, una realidad agobiante. La pobreza, el maltrato a los animales, el desperdicio de recursos naturales y más.

Lo más triste, ¿sabes qué es? Que casi todos ya dieron por perdida la batalla. Es decir, que la mayoría de las personas se resignó a ver cómo el planeta se consume, cómo la humanidad se autodestruye, y nadie hace nada. O casi nadie. Una de las razones es porque la gente cree que ya nada se puede hacer o, de otra manera, que su esfuerzo individual de nada va a servir.

Y no es así. De hecho, si eres uno de los que piensan así, déjame decirte que estás equivocado. Mientras haya vida, mientras despiertes cada mañana, siempre habrá una oportunidad, siempre habrá algo que hacer. De lo que se trata es de entender que un esfuerzo solitario se pierde, pero la sumatoria de decenas, de miles, de cientos o de millones de esfuerzos puede lograr un cambio.

Mahatma Ghandi, uno de los pensadores más ilustres de la historia, afirmó “Sé tú el cambio que quieres para el mundo”. Él, por ejemplo, comenzó solo y poco a poco sumó adeptos, personas que se identificaban con su lucha, que creían en sus postulados, y de un momento a otro ya eran una multitud. Una multitud que pisó callos, que cuestionó a los gobernantes, que generó una revolución.

El problema, porque siempre hay un problema, es que todos pensamos que la responsabilidad es del otro, que la tarea le corresponde al otro, y no es así. Mientras haya vida y estemos en este mundo, somos parte del problema, bien sea por acción, bien sea por omisión. O, peor aún, por la combinación de las dos. Lo bueno es que mientras estemos aquí también podemos ser parte de la solución.

Sí, de la solución. Y no necesitas convertirte en un activista ambiental, ni en presidente de tu país o algo por el estilo. Con unos pequeños aportes cada día puedes ayudar a generar un cambio. Pequeños, pero significativos aportes que están al alcance de tu mano y que dependen, nada más, de tu buena voluntad, de tu disposición, de tu compromiso con la humanidad y con el planeta.

El problema, porque siempre hay un problema, es que estamos convencidos de que ya todo está perdido, de que nada se puede hacer. Y, ¿sabes qué? Todo está por hacer. Necesitamos empezar ya, sin más dilaciones, y ejecutar acciones efectivas. Es como cuando te paras en la línea de salida de un maratón: el primer paso te pone en marcha, pero el resto son los que te llevan a la meta.

Y, aunque te cueste creerlo, es mucho lo que tú puedes hacer. ¡Sí, tú! Lo primero es entender que la de tener un mundo mejor, la de dejarles a nuestros hijos y nietos un mundo mejor, no es una causa perdida. Lo siguiente, ejecutar pequeñas grandes acciones todos y cada uno de los días de tu vida para mejorar tu entorno, para reducir todos los tipos de contaminación, para vivir más felices.

Acá te menciono algunas de las acciones que desde hace unos años puse en práctica en mi mundo y, estoy seguro porque he visto los resultados, ha mejorado el mundo que me rodea:

1.- Sé amable. No te imaginas cuál es el inmenso poder de la bondad. Saludar al portero de tu edificio, al guarda de seguridad, al señor del quiosco de diarios, al que te atiende en la cafetería, a tus compañeros de trabajo, en fin. Un buenos días, un hasta luego, un gracias por todo, un hágame el favor de y otros más derriban barreras, establecen puentes y generan vínculos.

2.- Sonríe. Una buena actitud, una positiva y optimista, contagia a todo el mundo. Además, les dice a otros que eres una persona confiable, que no les vas a hacer daño. La sonrisa es un lenguaje universal que te permite comunicarte con un bebé de pocos meses, con una persona que no habla tu mismo idioma o con un adulto mayor. Sonríe, porque la vida es un carnaval y hay que gozarlo.

3.- Sé generoso. La mayoría de las personas cree que con dar limosna en la iglesia es suficiente, y no es así. Ser generoso es darle agua o una caricia al perro callejero, es brindarle al desconocido un plato de comida en vez de tirarla a la basura, es destinar un pequeño porcentaje de tus ingresos para garantizar que un niño sin recursos pueda estudiar. Sé generoso y la vida te recompensará.

4.- Regala lo que te sobra. Todos, absolutamente todos, tenemos en casa muchas cosas que no usamos y que bien podrían servirles a otros. ¿Hace cuánto no le das una mirada a tu ropero? ¿Qué tal si esas prendas que ya no te pones las donas a un hogar de ancianos? Ese pequeño acto de desprendimiento te hará sentir útil y, sobre todo, será un loable ejemplo digno de imitar.

5.- Sé agradecido. El arte de la felicidad y la abundancia en la vida comienza con agradecer de corazón lo que la vida te da. Acepta tu vida con lo bueno y con lo malo que te da, aprende de tus errores y entiende que llegamos a este mundo para ayudar a otros, para compartir lo que somos y lo que tenemos, para servir a través de nuestro conocimiento, dones y talentos.

Sé agradecido. Como ves, son muy sencillas las acciones a través de las cuales puedes contribuir a hacer que el mundo, que tú mundo, sea un poco mejor. Y estoy completamente seguro de que hay otras más que tú conoces y que pueden generar un impacto positivo. Recuerda: es mucho lo que tú puedes hacer. Pequeñas grandes acciones cada día generarán hábitos, comportamientos y cambios.

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