“Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”. Henry Ford, el autor de esta famosa frase, no solo fue el fundador de Ford Motor Company y el padre de las cadenas de producción modernas utilizadas para la producción en masa. Fue, sobre todo, un intelectual, un inspirador, un hombre que transformó su realidad gracias a su poco habitual forma de pensar.
Ford nació en el seno de una familia muy humilde, en una granja ubicada por aquel entonces, en 1863, en el occidente de Detroit (hoy parte de Dearborn, en Michigan). Su curiosidad, espíritu innovador y tozudez para llevar a cabo sus ideas le permitieron superar las dificultades y cambiar ese ambiente poco favorable en el que había nacido, a pesar de la resistencia de otros.
Tras dos emprendimientos que terminaron en fracaso, en 1903 fundó la compañía Ford Motor Company y con un prototipo llamado Ford 999 dio a conocer la marca a lo largo y ancho del país. Luego, en 1908, presentó el famoso Ford T, un auto revolucionario, el primero con el volante a la izquierda, sencillo de conducir y, sobre todo, barato y fácil de reparar. ¡Una gran innovación!
A partir de entonces, las ventas se dispararon y Ford se convirtió en uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos. Sin embargo, se lo recuerda más por su filosofía de trabajo. Su intención era mejorar le bienestar de sus trabajadores y, a través de ello, mejorar la producción y reducir los costos. Pagaba 5 dólares al día, cuando el promedio del salario era algo menos de la mitad de esa cifra.
Pocos (o casi nadie) le creyeron, todos lo tildaron de loco y los inversionistas se cansaron de sus ideas locas que no producían dinero. Sin embargo, Ford nunca dudó de que sí podía, y pudo. Marcó un estándar que se convirtió en modelo no solo de la industria automovilística, sino del mundo empresarial en general. Un claro ejemplo del increíble poder de la mente positiva.
La verdad es que Ford no fue un genio, porque lo que él hizo cualquiera puede realizarlo. Y cuando digo cualquiera puede hacerlo me refiero a ti, a mí, a cualquier persona que crea firmemente en sus habilidades, en sus capacidades. Cualquier persona que, sobre todo, sea capaz de dejar atrás las creencias que condicionan sus resultados, que se dé permiso de superar sus propios límites.
Más que una cadena de producción masiva, Henry Ford nos enseñó una cadena de transformación personal. ¿Cómo lo hizo? Utilizó el poder de la mente para cambiar su entorno, su realidad, y crear un escenario propicio para cristalizar sus sueños, un terreno fértil para llevar a cabo sus ideas poco convencionales. Y, por si no lo sabías, dentro de cada uno de nosotros también hay un Henry Ford.
¿Cómo descubrirlo?, ¿cómo aprovecharlo? En primer lugar, debes entender que tus creencias condicionan tus capacidades. “Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”. Si crees que eres capaz de lograr algo, estás más cerca de conseguirlo y verás cómo el panorama se despeja de manera natural. Si crees que no puedes, ese será el final del camino.
En segundo término, debes saber que tus capacidades condicionan tu actitud. Cuan crees que puedes lograr algo, cuando estás convencido de que lo vas a lograr, tu actitud será la adecuada. Dejarás atrás tus miedos, no escucharás lo que dicen otros (que te auguran un fracaso) y te enfocarás en hacerlo. Y lo harás, sin duda, superarás las dificultades y obtendrás lo que deseas.
En tercer lugar, debes ser consciente de que tu actitud condiciona tu conducta. ¿Eso qué quiere decir? Que una buena actitud, una proactiva y positiva, te permitirá llevar a cabo las acciones necesarias para alcanzar el objetivo previsto. Tu conducta, positiva o negativa, determinará tus resultados: éxito o fracaso, lo que hayas elegido. La actitud será la que marque la diferencia.
Como ves, lo que pienses y la forma en que actúes son la clave de lo que consigas en la vida, en cualquier actividad o ámbito de la vida. Por eso, es imprescindible aprender a cortarles las alas a esas creencias negativas y limitantes que te llevan directo al precipicio del fracaso, la infelicidad y la frustración. Estas tres son las más comunes y las responsables de tus mayores descalabros:
1.- Es muy difícil. Cuando piensas esto, de inmediato en tu camino surgen las más variadas dificultades, aparecen las sombras y pululan los miedos. Hagas lo que hagas, nunca vas a obtener lo que esperas, porque parte de un punto equivocado: estás enfocado en las dificultades, no en las soluciones. Tu actitud será completamente negativa y solo verás excusas para salir del paso.
Esta creencia fue grabada en tu cerebro durante la niñez y cultivada en la adolescencia. Por eso, nunca pudiste desarrollar tu talento para la pintura, o para el canto, o para el tenis, o para la oratoria: siempre te dijeron que era muy difícil, y lo creíste. La verdad, solo te faltaba algo de conocimiento y una dosis de práctica para superar los obstáculos y hacer fácil lo que parecía difícil.
2.- No puedo. Cuando crees que no puedes hacer algo, cualquier cosa que sea, le envías a tu cerebro un mensaje erróneo, una orden implacable. El efecto inmediato es que, aunque cuentes con el talento o con las habilidades necesarias para alcanzar el resultado esperado, te paralizarás, te llenarás de pánico, te sentirás como si fueras de piedra y ya no estarás en capacidad de moverte.
Cuando una persona intenta aprender algo, como un deporte, o a cocinar, o un nuevo idioma, siempre se enfrenta al no puedo. El problema es que muchas veces no pasa de ahí, porque su mente entra en zona de confort. Cuando creas que no puedes, piensa más bien en ¿cómo puedo hacerlo?, en ¿qué debo hacer para conseguirlo? Recuerda la famosa frase de Henry Ford.
3.- No lo merezco. Esta, sin duda, es la creencia más tóxica. ¿Por qué? Aquellas de es difícil y de no puedo por lo general son fruto de la programación que otros grabaron en tu cerebro en la infancia. Es decir, son creencias adquiridas, provenientes del exterior, mientras que la de no me lo merezco surge de tu interior, es una creación propia. Tú mismo saboteas tus posibilidades, tus opciones.
¿Por qué ocurre esto? Porque desde siempre estás inconforme con lo que eres, con como eres. No te aceptas y, por ende, no te valoras. Crees que eres poca cosa, que está bien que vida te maltrate. Te castigas con dureza, te flagelas, te faltas al respeto porque crees que eres un ser inferior. La vida te ofrece algo maravilloso, pero tú le cierras la puerta porque sientes que no lo mereces.
“Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”. La próxima vez que desees algo y no puedas alcanzarlo, párate frente al espejo y pregunta con honestidad cuál de estas tres creencias limitantes es la responsable de que te quedes corto. Reprograma tu mente para lo positivo, para lo constructivo, y verás cómo en tu vida se acaban los límites.
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