¿Sabes que es la gratitud?, le pregunté a María. Ella se quedó mirándome y solo atinó a responder con su boca apenas abierta: “eso que hicieron los chicos, agradecerte”. Obviamente, sabía que no era la respuesta que estaba buscando. Sin embargo, no dijo más nada y solo respiro profundo al aguardo de mi sermón.
¿Cuál es el sentido de obligar a los niños a decir una palabra que no sienten? ¿Estaban ellos agradecidos? ¿La buena educación pasa por decir algo a alguien? ¿Qué pasó con la gratitud?
Hace algunos días pasé por la casa de Manuel y María. Era de tarde y al poco tiempo de llegar también lo hicieron Franco y Ema. Por la cercanía que tenemos ellos me llaman tío Pablo. Luego de un par de abrazos bien grandes comenzó la rutina de preguntas y respuestas.
Ema comenzó su relato y me describió con lujo de detalles todo lo que había hecho en la escuela. Los retos de sus maestros, las felicitaciones de otros y lo más importante: el recreo. Luego fue el turno de Franco, pero él no disfruta mucho la escuela. Sin embargo, pudo contarme cuáles eran las tareas que más disfrutaba y los momentos que podría eliminar de su rutina.
Pasaron unos minutos y cada uno de ellos buscó algo para alimentarse. Abrí mi maletín y saqué barras de cereales con chocolate. Vinieron corriendo a buscarlos y me lo sacaron de las manos. Antes de que pasaran unos segundos, ¡María les pegó el grito! “¿Qué se dice?”. Y ambos a dúo repitieron “¡Gracias, tío!”.
La escena parece muy normal y educada. Los niños reciben algo y sus padres les exigen que, por respeto, por buena educación, agradezcan.
Manuel se acercó a la mesa y tomó posición. Ya estábamos los tres juntos. María me miró, le echó agua al mate y me dio la señal para comenzar con la conversación. ¿Qué es la gratitud, Pablo?
Y así fue como comencé a exponer un punto de vista diferente al que ella había ofrecido.
La gratitud es un sentimiento. Agradecer es una acción que fue y es vandalizada, prostituida a diario cuando obligamos a nuestros hijos a dar ´gracias´ por algo que no sienten.
María me miró fijamente y solo me dijo que no entendía nada de lo que estaba diciendo.
Déjame explicarlo un poco: gratitud es el sentimiento que experimenta una persona al estimar un favor o beneficio que alguien le ha concedido. Al sentir gratitud, el sujeto desea corresponder el mencionado favor de alguna manera.
El sentimiento de gratitud está vinculado al agradecimiento, que es la acción y efecto de agradecer. Este verbo, justamente, significa sentir gratitud. Por lo tanto, el individuo que siente gratitud desea agradecer el beneficio recibido.
Es muy normal que en el mundo se utilice la palabra gracias ante cualquier circunstancia. Sin embargo, son muy pocas las personas que realmente sienten la gratitud, que expresan un real y sincero agradecimiento por eso que reciben o algo que ya tienen en su poder. Desde mi óptica, es importante enseñar desde muy pequeños a nuestros hijos a sentir gratitud.
Ok, Pablo, me dijo Manuel, entendemos tu punto. Podrás explicarnos ¿cómo hacemos para que los chicos sientan la gratitud?
Solo con el ejemplo. No importa mucho todo lo que digan si ustedes no lo practican primero. Además, considero que las personas más agradecidas, aquellas que practican el sentir de la gratitud, son más saludables, están más felices y comprenden lo importante de practicar esto a diario.
Voy a darte un ejemplo de cómo podrían llevar a la práctica esto: todas las mañanas, cuando despiertan, comiencen el día agradeciendo haber despertado sanos. Cuando vayan a despertar a sus hijos, agradezcan que ellos estén sanos y que pueden despertar esa mañana. El secreto está en sentir realmente ese agradecimiento, en reconocer que eso que parece tan normal, realmente no lo es.
¿De qué hablas?, me retrucó María.
De poder despertar, le contesté.
A diario en el mundo mueren más de 270.000 personas, algunas por causas naturales y otras por diferentes causas. Sin embargo, tus hijos están vivos, ustedes están vivos. Tienen salud, están durmiendo en casa con paredes y techo, tienen agua, luz, gas y toman un desayuno nutritivo antes de ir cada uno a sus actividades. La gratitud también despierta la conciencia.
Poder alcanzar un nivel de conciencia superior es algo que brindo en mis formaciones. A diario veo personas que están programadas con viejos paradigmas y que confunden de manera permanente algo tan sencillo como el agradecimiento. No sientan pena por hacer de esta práctica algo tan banal y rutinario que pierda el real significado de la gratitud.
Hace unas horas terminé de conversar con algunos de mis alumnos. Ellos están asombrados por los cambios positivos que están experimentando a diario. Están felices, conscientes de su programación y creando una vida abundante. Hacen a diario lo que les gusta hacer. Disfrutan las tareas que antes no disfrutaban. Viven conectados con todo lo bueno que tiene la vida.
¿Qué es lo bueno de la vida?, me preguntó Franco, que pasaba por el comedor camino al living.
Querido Franco, así como en la vida existen programaciones mentales negativas, también están las positivas y tienen más conexión con el lado espiritual de nuestra mente. Cuando las personas llegan a mí, vienen llenos de todo lo negativo: el miedo, la preocupación, el egoísmo, la vanidad, la ira, la crítica, la envidia, la codicia, la hipocresía, los prejuicios, los celos y el odio.
Ok, tío, seguís hablando de lo negativo… ¿y lo positivo?
Bueno, Franco, lo que hacemos en mis formaciones es trabajar, estudiar y acompañarnos para conectar con todo lo positivo. Durante el proceso de reprogramación vamos conectando con todo lo bueno y positivo: la fe, la esperanza, la generosidad, la aspiración, la paciencia, la simpatía, la no interferencia, la amabilidad, el valor, el perdón, el deber y el amor.
¿Y eso lo hacen solo con ver unos videos? Wow, tío, ¡sos un genio!
No, Franco, no existe tal cosa. El cambio se produce a medida que van aplicando lo que aprenden en mis formaciones. Todo es un proceso. Esto no sucede de la noche a la mañana. Yo tampoco logré alcanzar este nivel de conciencia tan solo con leer un libro o hacer un par de ejercicios. Hay que aplicar todos los días y modificar nuestros hábitos. Es la única forma.
¿Y te encontráis con ellos todos los días, tío?, siguió indagando Franco.
No, querido Franco. Nos reunimos un día a la semana. Lo hacemos de manera virtual en una sala, como si fuera tu salón de clases, pero cada uno desde su casa. Algunos se conectan desde sus trabajos, otros con sus celulares mientras están en algún parque. Es bastante variado. Son personas de todo el mundo y te sorprendería lo parecidos que somos.
¿Y todos se conectan con esa cosa… la abundancia?
Casi todos. Sin embargo, solo aquellos que logran aplicar, que se comprometen con el proceso, que son persistentes. Esos son los que mayores beneficios obtienen. Y siempre es así, querido Franco. La mayoría de las personas en el mundo se rinde ante la adversidad o la pereza.
Bueno, tío, cuando sea más grande voy a hacer tu formación. Yo quiero conectarme con todo lo bueno, con esa cosa… la abundancia. Ahora me voy al cuarto. Gracias, tío, gracias por lo que me contaste. Me gusta escuchar cómo las personas alcanzan sus sueños.
Gracias a vos, Franco. Gracias por estar atento y escuchar cada palabra. No tengo dudas de que vas a conectar con todo lo bueno de la vida y vivir en abundancia.
Bueno, Pablo, me gustó todo lo que contaste. De todas formas, no me resolviste nada. ¿Qué hago mañana para estar mejor?, me preguntó Manuel ante la mirada perpleja de María.
Manuel, lo mejor que podés hacer es sumarte al grupo y tomar mi formación Vive con Abundancia. Si tienes el deseo de cambiar tu vida, si luego aplicas toda la teoría que vas a descubrir sobre programación mental, si te comprometes y asistís a las reuniones virtuales, te garantizo que vas a conectarte con todo lo bueno de la vida. Esto es para aquellos que quieren vivir cada día mejor.
¿Y vos decís que voy a tener más dinero cuando termine?, acotó Manuel.
Vas a tener todo lo que estés dispuesto a obtener. Vas a ser una persona más agradecida. Vas a estar más tranquilo. Vas a disfrutar más de la vida. Vas a valorar más lo que tienes. Vas a mejorar tu voluntad. Vas a cambiar tu percepción de muchas cosas. Vas a tener más imaginación. Vas a lograr conectar con tu interior. Vas a vivir en abundancia.
El silencio se apoderó del comedor hasta que Ema apareció. Tío, ¿te quedas a cenar? No, mi amor, en casa me esperan. Lo dejamos para otro día. ¡Muchas gracias de corazón! Te quiero mucho.
Y luego de saludar a los cuatro, partí rumbo a mi casa. En ese momento sentí nuevamente la gratitud en mi interior. Agradecí haberme topado y haber descubierto esta información sobre la programación mental que hoy me permite estar conectado con todo lo bueno.
De un pequeño gracias, terminamos aprendiendo mucho más de lo que tenía imaginado. Al final la gratitud es eso, dar a la vida un poco de todo lo que ella nos permite a diario.
Qué afortunado soy. Al final del encuentro, la lección también me llegó a mí.