“Si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes, también tienes razón”. Esta es una famosa frase de Henry Ford, “el fundador de la compañía Ford Motor Company y padre de las cadenas de producción modernas utilizadas para la producción en masa”, según lo define Wikipedia. Una mente brillante, un adelantado a su tiempo y, sobre todo, un hombre sabio.
Nació en una granja en lo que por aquel entonces (1863) era el occidente de Detroit (la capital mundial del automóvil) y murió a los 83 como un multimillonario filántropo. Su éxito, sin embargo, fue ir contra la corriente, oponerse a lo que todos daban por hecho y atreverse a intentar algo nuevo, algo distinto. ¿El resultado? Logró transformar el mundo y dejó un legado imperecedero.
“Cuando todo parezca ir en tu contra, recuerda que el avión despega con el viento en contra”, fue otra de las frases célebres de este personaje. Si al menos día de por medio (uno sí, uno no) cada uno de nosotros aplicara esta máxima, ¡cuán diferente sería el mundo! Y mejor, por supuesto. Sin embargo, nos conformamos con dejar que la corriente nos lleve “porque ese es nuestro destino”.
¿Es cierto esto? Claro que no. Nadie nace con un destino definido. De hecho, eso que solemos llamar destino no es más que lo que somos capaces de construir cada día. Con nuestros actos y con nuestras decisiones. Y con nuestras omisiones, también. Si haces, construyes; si dejas de hacer, también construyes, aunque eso no significa que avances. ¡Tú forjas tu propio destino!
El problema es que nos han metido en la cabeza una serie de creencias que nos limita la existencia. “Esta es la vida que me tocó vivir”, o “Mi marido me pega, pero porque me quiere”, o “Los hijos son la continuación de los padres” y tantas otras más que en la práctica son aquellos obstáculos que nos impiden crecer y, en especial, construir una vida feliz y con abundancia.
Lo primero que hay que decir es que nadie nació con creencias: son algo que se aprende. ¿Cuándo? La mayoría de las creencias se aprende en los primeros 5-6 años de vida, y son las que marcan el camino de nuestra existencia. Luego, a lo largo del camino, se aprenden otras más, que por lo general llegan para reforzar las que adquirimos en la niñez. ¡Es un juego perverso!
Por la educación que recibimos, pensamos que las creencias están relacionadas con la religión, pero no es así. Una creencia es cualquier concepción que te programa para actuar de tal o cual manera en determinadas situaciones. Son pensamientos muy arraigados que nos condicionan, para bien y para mal, y que influyen decisivamente en la forma en que actuamos en la vida.
“Nuestras creencias determinan nuestro potencial, nuestro potencial determina la acción que llevemos a cabo y, según sea nuestra acción, así serán nuestros resultados”, dice Tony Robbins, una de las mentes más brillantes de la actualidad. Como dijo Ford: si crees que no puedes, nunca podrás. Aunque lo intentes mil y una veces, si crees que no puedes jamás lo vas a lograr.
Así funciona esto. Cuando crees en algo, asumes que es cierto per sé. Ni siquiera te cuestionas si existe alguna mínima posibilidad de que no sea así: crees, y punto. Por eso, por ejemplo, cuando a una mujer la cría con la idea de que “todos los hombres son infieles”, siempre vivirá atormentada en medio de relaciones inseguras en la que la desconfianza bloqueará la posibilidad de amar.
Así funciona esto. “Tener un trabajo te permitirá ser libre e independiente”, te dicen. ¡Y no hay nada más falso! Quizás tú mismo lo vives: el trabajo moderno se ha convertido en la mayor de las desdichas del ser humano, en la fuente de sus más grandes desgracias. Sin embargo, casi todos creen que nacieron para trabajar y que no pueden ser autónomos, no pueden valerse por sí mismos.
¿Sabes qué es lo más doloroso y perturbador de esas creencias? Que una vez las adquieres, tú te dedicas a cultivarlas, a reforzarlas, y te niegas a cuestionarlas, a modificarlas. Así, entonces, vives como si fueras el protagonista de la película Durmiendo con el enemigo, una interesante trama de maltrato familiar a la que le dan vida Julia Roberts, Patrick Bergin y Kevin Anderson (1991).
Las aprendes de tanto escucharlas de boca de tus padres, de tus hermanos, de tus amigos, de quienes te rodean. Y las refuerzas con tus pensamientos limitantes. Cada vez que repetimos esa creencia, cada vez que actuamos condicionados por esa creencia, la alimentamos, le damos vida. Y si no las cuestionas, mientras no las combatas, las creencias serán tu compañía cuando duermes.
Eso que llamamos destino no es algo preconcebido, sino el resultado de tus creencias. Por eso, es en ellas que tienes que enfocarte si tu vida no tiene el rumbo que deseas: seguro tus creencias te impiden ser feliz, ser próspero, tener relaciones sanas, vivir en armonía con la naturaleza, gozar de paz interior. Identifica esas creencias limitantes y bórralas de tu mente, sácalas de tu vida.
Recuerda las palabras de Henry Ford: “Cuando parezca ir en tu contra, recuerda que el avión despega con el viento en contra”. Cuestiónate, pregúntate por qué haces lo que haces, descubre cuáles son esas creencias que te limitan y lucha contra ellas, aunque el viento esté en contra. Alza el vuelo y date la oportunidad aquellas maravillas que la vida te ofrece. Créelo: ¡te las mereces!
Acá te dejo diez de las creencias limitantes más comunes:
1) Si tuviera más tiempo, haría más cosas
2) Tener hijos hará que jamás te sientas solo
3) Si tienes una pareja, nunca te faltará el amor
4) Si alguien te quiere, jamás te hará daño
5) Nacimos para trabajar y conformar una familia
6) Hay personas que nacen para ser ricas y felices
7) La vida es como es, no intentes cambiarla
8) No tienes que disfrutarlo: es un trabajo. ¡Hazlo!
9) Cuando me retire, voy a poder disfrutar la vida
10) Nada de lo que haga o deje de hacer cambiará mi vida
¿Te ves reflejado en alguna? ¿En más de una? Cuéntamelo, por favor…