La vida que tienes, ¿se parece a la que deseas?

Cuando vas al baño y te paras frente al espejo, ¿a quién ves? ¿Cómo es esa persona? ¿Se parece a ti o es muy diferente? ¿Es la persona en la que sueñas convertirte o se trata tristemente de un impostor? Te lo pregunto porque yo también, en algún momento de mi vida, era una versión muy diferente a la que había soñado. Sinceramente, estaba lejos, muy lejos, de ser como deseaba.

Entiendo que la vida es un proceso y que, en consecuencia, siempre estamos en fase de construcción. De hecho, asumo que nunca vamos a conseguir la versión final, pues creo que solo nos acercamos a ella. Pero, así mismo, estoy convencido de que somos seres privilegiados a los que la naturaleza regaló dones y talentos ilimitados que nos permiten hacer lo que queramos.

Sin embargo, siempre tenemos una buena excusa para justificar nuestro atraso en el proceso. “Es que no tengo tiempo”, “es que se me acabó el dinero”, “es que mis padres no me lo permiten”, “es que todavía no estoy preparado para dar el primer paso” y otras más que tú conoces, que quizás tú también empleas. Y así, entre excusa y excusa, se nos pasa la vida, desperdiciamos la vida.

Una de las mayores bendiciones del ser humano es que es único, irrepetible, autónomo. A diferencia del resto de seres de la creación, está en capacidad de elegir su vida, cómo la vive y por qué la vive. Es el más grande tesoro que poseemos, pero a veces ni siquiera somos conscientes de ello. Por eso, nos dedicamos a imitar a otros, a seguir la estela de otros en vez de construir nuestro propio camino.

Somos impostores y vivimos sometidos a otros que nos dicen qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo; que nos llenan la cabeza con ideas del tipo de “tú no sirves para eso”, “es imposible, ni lo intentes”, “eso no te lo mereces” o “eres un perdedor”. Dejamos que nos condicionen, que nos limiten, que nos impongan barreras y no hacemos absolutamente nada para evitarlo.

Especialmente cuando somos jóvenes, cuando empezamos una relación de pareja o cuando se inicia una nueva etapa en la vida, como por ejemplo la laboral, creemos que necesitamos la aprobación de otros. Sin embargo, no es así. No tienes por qué compararte con otros, no hay razón para que quieras ser como otros, no existe justificación para que vivas la vida de otros.

¡La tuya es maravillosa!, y quizás no lo sabes, no te has dado cuenta. Cuando era adolescente, tenía la que creía era una vida perfecta. Gracias al trabajo de mis padres, a su cariño, no me hacía falta nada material y vivía con alegría. Sin embargo, era apenas un jovencito, tenía toda la vida por delante y no había vivido prácticamente nada. Por eso, cuando mi vida cambió, fue el acabose.

Cuando conocí la otra cara de la moneda, la de las frustraciones, la de las limitaciones, la de las privaciones, la de los fracasos, no supe cómo responder, qué hacer. Y todo se derrumbó, y caí en un profundo hoyo del que casi no consigo salir. Caí en una trampa y necesité ayuda profesional para salir de allí, para reprogramar mi mente y comenzar a construir una nueva vida, una vida propia.

Cuando tengo el privilegio de escuchar a alguna de las personas que se acerca a mí en busca de ayuda, me impacta comprobar que el origen de sus problemas, de su incapacidad para crecer como personas, es que no saben en realidad quiénes son, o cuánto valen. Desconocen, así mismo, el infinito poder que poseen con su inteligencia, sus talentos, sus dones, incluso con sus errores.

¿Pensaste alguna vez en qué haces cada día para tener la vida que quieres? ¿La que te mereces? ¿Qué pasaría si borras tus creencias limitantes y reprogramas tu mente con mensajes positivos, constructivos, creativos? ¿Imaginas cómo sería una vida que se desarrolle de acuerdo con tus principios y valores, tus sueños y tus ilusiones? ¿Cómo sería tener una vida propia?

El gran problema que enfrentamos los seres humanos es que tenemos una vida y no sabemos qué hacer con ella. Como estamos tan pendientes de los otros, de lo que dicen los otros, de lo que los otros piensan y dicen de nosotros, nos olvidamos de vivir. ¿Y qué es vivir?, podrás preguntarte. Aprovechar cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo con la intensidad del primero y del último.

Cuando las personas acuden a mí, por lo general están agobiadas, al límite de lo que pueden soportar. Lo más doloroso es que no saben en realidad quiénes son o qué quieren. Simplemente, viven, si así se le puede llamar. Se dejan llevar por la corriente, siguen la estela de otros y, cuando se dan cuenta de que no crecen, de que no son felices, de que están solo, no saben qué hacer.

Puedes empezar por algo sencillo: comprender, aceptar y agradecer que eres una criatura maravillosa, con poderes ilimitados. Un ser que está en capacidad de lograr lo que se propone, sea lo que fuere. Alguien que, además, tiene el poder de ayudar a transformar a otros, de guiar a otros, de acompañar a otros en esa apasionante aventura que es la vida. ¿Qué tal si te arriesgas?

Puedes empezar por algo sencillo: ser consciente de cuán generosa es la vida contigo, así no dispongas de todo lo material que deseas, así en tu vida haya eso que llamamos problemas. Mientras haya vida, mientras haya salud, mientras el fuego de la pasión esté prendido en tu corazón, nada es imposible para ti. Solo tienes que levantarte e ir por ello, conquistarlo.

Puedes empezar por algo sencillo: cada noche, antes de cerrar los ojos y dormir, das gracias por lo que recibiste ese día, por la comida, por las risas, por la compañía de quienes amas, por el aprendizaje que surge de los errores, por el crecimiento derivado de las dificultades. También puedes encontrar una oportunidad en cada problema, e impulsarte para seguir adelante.

Cuando vas al baño y te paras frente al espejo, ¿a quién ves? ¿Cómo es esa persona? ¿Se parece a ti o es muy diferente? ¿Es la persona en la que sueñas convertirte o se trata tristemente de un impostor? Sea cual fuere la respuesta, depende exclusivamente de ti, de tus decisiones, de lo que eliges. Tú decides, tú eliges qué persona quieres ser, eliges la clase de vida que quieres.

No te preocupes por el pasado, que ya no te pertenece; no te obsesiones con el futuro, que está lejos de tu control. Vive el día a día, el presente, el hoy, y aprovéchalo al máximo, vívelo con la mayor intensidad posible. Es todo lo que tienes, es todo lo que te vas a llevar el día que no YA no estés aquí. Haz lo que sea necesario para construir tu mejor versión, la persona que tú quieres ser.

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