Llegó el día esperado por Manuel: era su cumpleaños número 40. El timbre rompió el equilibrio del desayuno familiar y él, salió disparado a abrir la puerta. Cuando la abrió, el reflejo del sol lo encegueció y solo pudo ver a su vecino que salía en un nuevo automóvil. Por un momento soñó que ese era él. Poco le duró, pues el cartero le traía un aviso de juicio por una deuda en la cuota de su tarjeta.
Su mirada cambió, su rostro se deformó. La angustia reinante en su vida estaba de regreso. Lejos de mostrarse feliz, solo podía atinar a esbozar una sonrisa falsa para no trasladar esos sentimientos a sus hijos. Tiró la carta sobre la mesa del living y volvió a compartir el desayuno.
La rutina diaria.
Sus hijos salieron para sus actividades y fue su esposa María, quien le pregunto cómo estaba. “Bien bien, me voy rápido al trabajo y luego nos hablamos”, remató para finalizar la conversación y no entrar en más detalles. Los 40 no parecían cambiar la dinámica diaria.
Llegó a su trabajo y sus compañeros lo saludaron. Todos los felicitaban y hacían bromas sobre el paso a las 4 décadas de vida. Luego del tradicional canto, agradeció y se fue derecho a su puesto de trabajo. Miró la pantalla y no podía sacarse de la cabeza esa carta de intimación que había recibido.
¿Por qué no logro cristalizar mis sueños?, pensaba y se cuestionaba. Él creía que a esa edad iba a poder estar más tranquilo. Todo era diferente, su rutina diaria se limitaba a lidiar con compromisos y sentía que era incapaz de crear una vida abundante. La intimación solo funcionaba de recordatorio de las decisiones erróneas que había tomado.
Al final del día no hubo festejos. Él quería invitar a sus amigos y sus parientes más cercanos a cenar. No fue así, esa carta maldita le nubló la mente y se llevó la alegría. Los llamados y los mensajes no paraban de llegar, era un buen amigo y siempre lo valoraban mucho. Finalmente llegó a su casa, a los brazos de su esposa que no comprendía del todo su tristeza.
Sin rumbo definido.
Manuel no tenía un rumbo definido. Solo sabía que quería algo diferente, que deseaba con todo su corazón poder vivir mejor. Sus hijos lo amaban y estaban a su lado. Su esposa era una gran compañera. El sentía una deuda mucho más grande con su familia que con el banco. No podían salir de vacaciones, no podían tener un buen automóvil, las limitaciones le marcaban el rumbo a su vida.
Terminaba el día y su mente no le permitía descansar. No sabía bien qué hacer, dónde se había equivocado. Él veía que sus amigos avanzaban. Tenía compañeros de trabajo que vivían mejor, que podían darles a sus hijos una vida diferente, pero no sabía cómo. Su esposa lo abrazó e intentó animarlo. Sus hijos ya dormían. Sin embargo, no había armonía.
Llegaron los 40 y nada era como lo había soñado. Sus más de 25 años de estudio, sus amigos y parientes abundantes. Su hermosa familia. Nada de todo eso le daba pistas de cómo alcanzar sus objetivos. Estaba haciendo lo que se suponía que había que hacer para ser exitoso. ¿Entonces? ¿Por qué no lo era? ¿acaso le habían mentido?
“Despertar cualquier día de tu vida y notar que estás viviendo en automático es algo más normal de lo que crees”.
Así como Manuel, llegan muchas personas a mí. No saben que sucedió, no comprenden qué falló. Desde que nacieron vieron que sus padres, los amigos de sus padres y todos en sus vínculos hacían lo mismo. Despertar cualquier día de tu vida y notar que estás viviendo en automático es algo más normal de lo que crees.
La abundancia no está garantizada para nadie, no llega naturalmente, no se presenta a quien cree que está caminando por el camino del éxito. El deseo de crecer, la intención de mejorar tu vida, tampoco te brinda las herramientas necesarias para hacerlo.
Todos en este mundo llegamos con un poder ilimitado. Lo vamos perdiendo a medida que vamos siendo programados y solo atinamos a repetir conductas que creemos correctas. El desafío más grande radica en el autoanálisis. La forma más sana de crecer y mejorar es aprender a programarnos para tal fin.
¿Qué es una vida con abundancia?, te preguntarás. Para la mayoría de las personas, consiste en acumular bienes materiales, dinero y privilegios. Sin embargo, esa es una percepción equivocada, una mala información con la que nos programan la mente desde la infancia, un concepto que nos refuerzan a medida que crecemos, porque en todos los ámbitos nos lo repiten una y otra vez.
“Una vida con abundancia es aquella en la que nuestros deseos se hacen realidad”
Una vida con abundancia es aquella en la que nuestros deseos se hacen realidad, en la que cada día emprendemos alguna acción que nos permita avanzar hacia nuestras metas, alcanzar alguna de ellas. Una vida con abundancia es aquella en la que tú mismo impones las reglas, en la que estás dispuesto a hacer sacrificios con tal de lograr lo que deseas, en la que tienes un propósito.
No fue ni es una tarea sencilla. Sin embargo, puedo asegurarte que bien vale la pena. Descubrir el secreto de la abundancia permite abrir puertas y alcanzar todo lo que nos propongamos. Implica hacerte responsable de tu vida, de tu propia creación, de tu libertad. Implica tomar el riesgo de dejar de ser como Manuel y construir tu propia realidad.